Avatar, el futuro del cine ¿es el 3D?

avatarJake Sully es un marine al que una herida de guerra ha dejado discapacitado y condenándole a permanecer en una silla de ruedas, es enviado a Pandora, un mundo rico en materia prima, para remplazar a su hermano gemelo quien entraría en el programa Avatar, un ambicioso proyecto donde los seleccionados manejaran avatares (criaturas semejantes a los habitantes indígenas del planeta) para filtrarse en las comunidades y lograr así manipularles a su beneficio. Durante su estancia con los Omaticaya, uno de los clanes de los Na’vi que viven sobre un importante depósito de Unobtainium (nombre que se le da en los comics y literatura a cualquier material que posea propiedades extraordinarias que son únicas o imposibles de obtener en el mundo real y es por lo tanto «inobtenible» -en inglés, unobtainable-), Jake comienza a dudar sobre su misión mientras se involucra cada vez en la vida y costumbres de ellos. Mientras tanto, los mercenarios terrestres están a un paso de destruir todo con tal de obtener lo que desean.

Seré directo: Avatar me atrapó, me encantó y me hizo perder en el gran bosque de Pandora. La experiencia de la nueva cinta de James Cameron me recordó en muchos aspectos el impacto visual que Matrix (Andy Wachowski & Larry Wachowski 1999) significó en su momento: no es una película para ver en la comodidad de la casa, es una que está hecha para disfrutarse-sufrirse en la pantalla grande.

La cinta presenta una fuerte autocrítica a las labores colonialistas de los países del primer mundo que sin importarles la vida y naturaleza destrozan todo por afanes mercantilistas, tocando aspectos como la destrucción del Amazonas o lo ocurrido en Guatemala con la caída de Arbenz. También muestra como las fuerzas militares están ahí para ayudar a preservar e imponer las ideas de los que pagan y no para defender la vida.

La trama si bien peca de falta de originalidad recordándonos historias que hemos visto desde Un hombre llamado caballo (A Man Called Horse, 1970) y Danza con lobos (Dances With Wolves, 1990) no por ello deja de atrapar al espectador y logra que éste se maraville con los conocimientos que Sully va a aprendiendo durante su preparación para volverse un Omaticaya.

El trabajo que Cameron ha logado en esta cinta va a trascender, el uso que da al 3D logra convertirlo en algo más que un juguete o un detalle técnico al volverle parte fundamental de la experiencia de la película. Sin lugar a dudas en el futuro seguiremos viendo y disfrutando la influencia de esta tecnología en el cine.

Publicado originalmente en diciembre 2009 en www.homocinefilus.com


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