Candyman, o lo que yace detrás de las leyendas (1 Parte)

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La década de los 90 significó, entre otras cosas, la llegada del posmodernismo a Hollywood, entendido en la mayoría de los casos no tanto como una crítica de los arquetipos establecidos en épocas previas, sino como el uso de un humor socarrón y auto-referencial que permeo inclusive sus pocas producciones relevantes en el campo del terror. Véase si no obras como There’s nothing out there (Rolfe Kaneski, 1991) y la popular Scream (Wes Craven, 1996), que se regodean en jugar con los diversos clichés de subgéneros establecidos (invasiones alienígenas y slashers o asesinatos en masa, respectivamente), divirtiendo al público masivo al tiempo que buscan asustarlo. Pero hubo algunos creadores que tomaron este espíritu característico del fin del siglo XX para más bien cuestionar ciertos arquetipos, como es el caso de la película que hoy nos ocupa: Candyman, aparecida en 1992.