Son dos las voces femeninas que nos cuentan en el documental Tempestad, un par de historias sobre injusticia y corrupción en México, que cada vez se escuchan más frecuentemente en los medios de nuestro país: una joven que trabajaba en la aduana al norte de nuestro país es acusada injustamente de formar parte de una red de trata de personas y, crucificada incluso ante los medios con gran faramalla, terminan en una cárcel autogobernada por un cartel del narcotráfico, donde es despojada de toda esperanza al ser extorsionada para no ser asesinada como lo es todo aquel que no cumple las reglas del lugar.
Por otra parte, una mujer madura que ha dedicado toda su vida al circo carretero -labor inculcada por sus padres- se enfrenta a la desaparición de su hija adolescente, y después de años de haber sufrido la incapacidad de las autoridades para encontrarlas, empieza a hacer averiguaciones que la hacen sospechar de las mismas autoridades y que le indican que su hija puede estar viva, justo en una red de trata.