127 horas, la imaginación como polea

127 HoursMirando fijamente la roca que ha aplastado la parte baja de su brazo derecho, Aron Ralston se da cuenta de algo, esa piedra ha estado ahí esperándole toda la vida. Desde antes de que llegara a la tierra, cuando aún era un meteorito a millones de billones de años. En el espacio. Cada minuto desde que nació, cada respiro dado, cada acción tomada lo ha llevado a ella. Y decide alejarse de ella. Sólo pasará junto a ella 127 Horas.

Basada en la novela autobiográfica de Ralston Entre la espada y la pared (Between a Rock and a Hard Place) la nueva película de Danny Boyle es todo menos aburrida y estática. Dotada de una impresionante edición (quizá la mejor del año) la película logra sumergirnos en la angustia del personaje y su lucha contra la soledad y las inclemencias del clima sin caer en el chantaje moral o el drama absoluto.

Un ágil montaje nos sumerge en la locura de la vida diaria donde siempre estamos en el vaivén de la gente, rodeados de personas, sin un momento de tranquilidad. Huyendo del mundanal ruido, Aron Ralston se va de fin de semana al Canyonlands National Park en Utah, un lugar donde la soledad sólo puede ser interrumpida por las hormigas y aves. Al pasar por el Blue John Canyon sufre un accidente que le deja aprisionado parte del brazo derecho contra una roca.

La cinta si bien es narrada en forma cronológica tiene rompimientos que nos adentran en la mente de Ralston, llevándonos a su infancia, a la relación con su familia y su exnovia, así como momentos en que su mente delira con fantasías de libertad o con sueños sexuales. Uno de ellos es musicalizado con “Ça Plane Pour Moi” donde se desarrolla una de las secuencias oníricas mejor lograda y más intrigante.

Técnicamente la película alcanza sus puntos más altos en la dirección de Danny Boyle y en la edición de Jon Harris, las escenas se van encadenando y desencadenando con un ritmo ágil y lleno de vitalidad. El director crea imágenes que se graban en la mente y, en su mayor acierto, jamás nos induce a la claustrofobia, si bien el personaje está encerrado, su mente es libre y la cinta nos transmite esa libertad que a la larga lo libera.

La música es de A.R. Rahman, quien ya colaboró con Boyle en Quisiera ser millonario y ganó el Oscar a Mejor Canción y Score Original, es un buen elemento en la cinta, coloreando las atmósferas y, en el tema principal de la película, “If I Rise”, llega a un punto muy alto en el momento indicado.

James Franco tiene el cargo fuerte en la película, prácticamente está frente a cámara todo el tiempo, pasando por la furia, la desesperanza, las ganas de salir delante, riendo, bromeando, una de las imágenes más esperanzadoras es cuando lo vemos recargarse al borde de una alberca después de nadar en ella.

Ralston ha declarado que la película logra retratar de manera sincera y directa lo que él experimentó… y si él lo dice no tengo argumentos para decir no es así.

Publicado originalmente el 24 de febrero de 2011 en carteleradecine.mx


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