La isla de Fogo, ubicada en Canadá, es un terreno áspero, poco amigable, lleno de soledad y sin habitantes. Ante la escases de todo, la gente ha huido y pocos habitantes viven en la isla, sobreviven en ella, aferrándose a un lugar que les rechaza y les hunde. Esa es la historia que Yulene Olaizola presenta en su nueva cinta Fogo, donde reflexiona sobre lo que podría suceder en la isla si se ordenará, de nuevo, el abandono de ella.
Yulene apuesta por una cinta contemplativa, pasiva completamente, donde en apariencia no pasa nada y en el fondo, no pasa nada, pero se transmiten muchas cosas. Una película de una escasa hora de duración que se siente eterna, con una belleza visual que sin embargo no justifica lo que sucede en ella.
La cinta sigue a dos ancianos habitantes de la isla, aferrados a su terruño aunque ya no consiguen nada en él, ni siquiera cerveza casera. Han pasado tanto tiempo en esos terrenos que sus rostros parecen extensiones del paisaje, lleno de surcos, de heridas de vida.
Lo mejor de la película es la fotografía y el juego que realiza la directora al comparar Fogo con los habitantes de la isla, el detenerse en los detalles áridos del lugar, en los rostros enjuntos, en la soledad del paisaje y en la aún más mortal soledad de aquellos no están solos.
Fogo es un lindo ejercicio de estilo que se queda frio ante los paisajes presenta, ante la inútil contemplación de la nada y la soledad.
Fogo
Dir. Yulene Olaizola
Guión: Yulene Olaizola, Rubén Imaz, Diego García, con la colaboración de Norman Foley, Ron Broders, Joseph Dywer
Con: Norman Foley, Ron Broders, Joseph Dywer
Música: Pauline Ontiveros
Fotografía: Diego García
Estudio: Malacosa Cine / Interior 13 Cine
País: México / Canadá
Duración: 61 min