Halley, la contemplación de la soledad

halley pelicula criticaHalley sigue a Alberto, un hombre que trabaja como guardia privado en un gimnasio y se nos presenta desde un primer momento enfermo y decaído. Poco a poco nos damos cuenta de su condición va mucho más allá de cualquier enfermedad. Debido a su condición busca el aislamiento, sin embargo en este proceso tiene que pasar una noche con su jefa (Luly Trueba), una mujer sola, desesperada por compañía y que no le importa la pasividad de Alberto con tal de tener con quien estar. Poco después se encuentra en la morgue con el forense (Hugo Albores) y, de la misma manera que su jefa, busca algo de compañía.

Halley se suma a la lista de las tantas películas mexicanas que abren el cuestionamiento sobre si es justo pagar por una película que utiliza un discurso artístico para sopesar la falta de pericia y argumento narrativo-cinematográfico  pero que en realidad en pantalla es un producto que parece ser un corto demasiado largo y una clara escases de trabajo en guión. Además, se espera que el público pague por ver algo que en realidad no vale el, nada barato, boleto del cine.

A pesar de esto, Halley se ha sabido posicionar en el boca en boca. En primer lugar, desde el FICM 2012, se le ha llamado una película que trata de un zombie, aunque en realidad es un muerto viviente. Por otro lado, el poster es una de los pocos aciertos de la película y que gracias a éste, aunque no se sepa nada de la película llama la atención; un impacto que pocas películas logran.

Con todo y que tiene dos aciertos mediáticos importantes para hacer que la gente se interese en verla, hay que regresar al cuestionamiento de que si vale la pena pagar por una película de este tipo.

Para muchos el cine de Hollywood es basura, es un cine que te da todo resuelto, son fórmulas en diversos géneros y que no presenta nada más que efectos, un derrame de recursos impresionante y un elenco que venden la película sin que tenga un trasfondo más que el más puro, simplista y directo entretenimiento.

Y es que es imposible negarlo, tan sólo con ver el género de comedias-románticas se pueden encontrar infinidad de ejemplos en los que repiten infinitamente la fórmula y aún así logran conseguir mucho dinero. Pero en el cine mexicano siempre surge la misma pregunta ¿vale la pena pagar para verlo? Y en este caso en concreto ¿Halley cuesta el boleto del cine?

En cuestiones técnicas, sí. La fotografía, maquillaje y la actuación de Alberto Trujillo son impecables. Los actores que lo acompañan no se quedan atrás, Luly Trueba y Hugo Albores representan, de manera diferente y única, la soledad y la necesidad de compañía; aunque sea de un muerto viviente. El maquillaje y los efectos especiales que se utilizaron, especialmente en la escena donde, Trujillo, se masturba al final, son impresionantes. No queda duda alguna que el equipo  técnico dio lo mejor de sí y se refleja en pantalla sin lugar a dudas.

Pero la trama parece estar perdida en un discurso inexistente. Sin esperar la fórmula de Hollywood y su cine completamente resuelto, hay una gran diferencia entre un cine que plantea un cuestionamiento y uno que sólo pretende hacerlo pero que se pierde por la misma pretensión y arrogancia de intentar decir algo supuestamente crítico pero que en realidad no llega a nada. Precisamente, aquellas películas críticas cuidan mucho su narrativa cinematográfica para no caer en el aspecto didáctico y sentir que fuiste a la escuela y no a ver una película.

Es cierto que el cine puede ser más que entretenimiento y lo maravilloso de esto es que hay cine para todos. Ya sea el más puro entretenimiento (véase el churro de Rápidos y Furiosos 6) o películas inolvidables tanto de Hollywood, como de autor, como independientes. Sin embargo, algo que ningún tipo de cine puede obviar es la estructura con el que está hecho. Todo inicia con un guión; una historia que alguien le interesa contar pero al final de cuentas, es una historia, es un algo que se quiere transmitir a otra persona.

Sin embargo, en los últimos años se ha visto utilizar el mismo discurso del cineasta Reygadas, que utiliza para explicar su cine, en el que dice que no tiene claro qué es lo que cuenta, que es el público quien lo descifra. Con esto se deslinda de tener que crear una historia, fácilmente le tira la bolita al público diciéndole “ustedes son los que entienden mi película”, se cobija en la noción de que el cine tiene que hacer pensar al público pero ¿en verdad lo hace pensar o es tan sólo un astuto pretexto para no contar nada y pretender que hay algo más?

Es desde mi posición una trampa para el espectador, me figuro comprando un libro con frases inconexas, palabras revueltas mientras escucho al escritor decir “ustedes, lectores, descífrenlo”. Ni siquiera podríamos llamarlo dadaísta o surrealista, a pesar del chaos de ambas corrientes, ambas tenían sus propias reglas; y lo más importante, ya quedaron atrás.

Se compra un libro por una historia cursi, policiaca, de ciencia ficción o de cualquier género, pero se busca un mundo nuevo, algo que te adentre a la mente de una persona que no existe y que te hace olvidar todo y que a la vez te plantea preguntas; preguntas que sólo tendrán respuesta a través de las vivencias de cada lector. Tan sencillo como recordar La invención de Morel (Bioy Cassares, 1940), una inolvidable historia con cuestionamientos que se responden de manera diferente por cada persona.

Pero entonces porqué consumir un cine que sería como un libro en blanco, con palabras dispersas cada cierto número de hojas y que luego se escuden en que uno, como espectador, es quien le da sentido. Como ejercicio cinematográfico sería entendible, pero uno paga un boleto de cine, uno paga para adentrarse a un mundo que el escritor, director y equipo creador de la película ha filmado por semanas o meses. Y qué pasa cuando uno se encuentra con un vacío, con una narrativa blanda, casi olvidada al ceder a la pretensión de querer ser intelectuales profundos y terminar con palabras huecas y un sinsentido.

Halley sería un maravilloso corto con una parte crítica de la sociedad en la que vivimos actualmente, pero que como película resulta tediosa, demasiado larga (a pesar de que sólo dura hora y media) y que no se justifica el pago de un boleto en el cine, un gasto que para muchos resulta ya un lujo. 

Halley

Director: Sebastián Hoffmann

Guión: Julio Chavezmontes y Sebastián Hoffmann 

Con: Alberto Trujillo, Luly Trueba y Hugo Albores

Fotografía: Matías Penachino

Distribuidor: Mantarraya

Duración: 84 minutos

Fecha de estreno: 17 de mayo de 2013

País: México


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