“Dolor y Gloria”, reconciliándose ante la vida

En 2011 Pedro Almodóvar estrenaba “La Piel Que Habito” la cual sorprendía por el tufo moralino que destilaba, algo que chocaba con lo que el director manchego venía haciendo desde el inicio de su carrera, “Los Amantes Pasajeros”, un intento de recuperar su humor de antaño, resultaría una pesada loza sobre esas aspiraciones y “Julieta” su trabajo más moralino en su filmografía, por lo que el anuncio de que “Dolor y Gloria” era su cinta más privada, más íntima, no parecía más que otro retroceso, por lo que resulta una agradable sorpresa ver que en ella, el director alcanza el equilibrio entre su cine subversivo y su cine dramático y reflexivo, convirtiéndose en una gran cinta de madurez.

Salvador, director español de gran éxito, se encuentra semiretirado por dolencias físicas y mentales, incapaz de superar aún la muerte de su madre y poder lidiar con el esfuerzo de un rodaje largo. Cuando una cinta realizada 32 años antes es restaurada, se ve forzado a buscar al actor con el que tuvo conflictos durante el rodaje, reiniciando su relación y dejándole montar una obra de teatro basada en un texto suyo que narra cómo perdió a su primer gran amor. Los sucesos que rodean ambos hechos lo llevan a reflexionar sobre su infancia y su vida actual.

Lo primero que sorprende de “Dolor y Gloria” es que vemos a Pedro Almodóvar desnudo en pantalla como nunca antes, hay momentos en los que las palabras que los actores van recitando se convierten en duras confesiones al espectador sobre los sentimientos del director, sobre sus dudas y temores, sobre sus alegrías y promesas. Que haya elegido a Antonio Banderas para protagonizar la cinta es quizá uno de los grandes aciertos de ella, el actor logra convertirse en un alter ego del director sin convertirse en una caricatura o una imitación, pero siempre haciéndonos recordar al que está detrás de cámaras, trasmitiendo toda una gama de emociones que parecía ya imposible ambos pudieran transmitir.

Alrededor de Banderas giran los demás personajes de la cinta, Asier Etxeandia es el actor con el que debe reencontrarse para hacer las paces con su pasado, Cecilia Roth como esa asistente que lo cuida sin cesar, una Penélope Cruz que logra quizá por primera vez en años lograr realizar una interpretación digna en pantalla interpretando a la madre del director cuando él era niño y Julieta Serrano en el mismo papel ya de anciana, pero es Leonardo Sbaraglia (quien prácticamente tiene tres secuencias) quien se convierte en la llave que cerrará la historia del protagonista, reconciliándole con el pasado y volviendo abrir su mente para el futuro.

Es importante destacar que todas las secuencias que involucran a Salvador de niño son mostradas no como algo real, tienen un aire etéreo, como las recuerda el Salvador de adulto, con esa irrealidad con la que siempre vemos la infancia al paso de los años, con sus surrealismos y detalles burdos.

En esta ocasión Pedro Almodóvar regresa también a uno de sus sellos característicos, esas escenografías llenas de colorido, esos rojos pasión fulminantes, ese barroquismo llevado ahora a otros terrenos sin dejar por ello de recordar sus primeros trabajos y el estilo de los últimos. Visualmente es una película que de inmediato puede catalogarse como una cinta del director de forma inmediata. También es fundamental el uso de la música de Alberto Iglesias, la cual es un perfecto acompañante para lo que vemos en pantalla, para lo que se busca transmitir.

Hay tres momentos claves en la cinta, donde podemos ver a Pedro Almodóvar en toda su capacidad creativa: el primero es la secuencia en la Filmoteca donde se exhibe la cinta remasterizada, la forma en que resuelve el encuentro con la prensa conduce de inmediato al joven que buscaba escandalizar y subvertir las cosas, como en sus primeros trabajos; el segundo es la secuencia del encuentro entre Salvador y Federico, el cual de inmediato nos remite a la secuencia clave de “La Flor de mi Secreto” y que a la par rompe el corazón también lo libera; y el tercero, es una charla entre Salvador y su madre ya anciana, la forma en que el director se sincera con ella se volverá en un momento más que icónico en la carrera de Pedro. Es en esos momentos donde podemos apreciar mejor que nunca la evolución del director, la forma en que ahora se ha reconciliado con su pasado, la forma en que busca afrontar su futuro, y cómo ha estrechado las palmas con sus fantasmas y demonios.

La película ha sido comparada por muchos con “Ocho y medio” (Otto e mezzo) de Fellini por tratar al igual sobre un director en crisis creativa y recordando su pasado, es innegable la influencia de esta película, pero afortunadamente lo que tenemos no es una película que busca imitar otra sino a un director creando su visión de un tema común, la película es almodovariana en todo sentido, con sus aciertos, fallas, excesos y frenos. Y no es la única cinta a la que el director hará alusión, en algún momento veremos en pantalla fragmentos que de otras que le marcaron en su infancia.

Dolor y Gloria” es quizá el mejor trabajo del director desde “Todo sobre mi Madre” realizada hace 20 años, una película donde deja de buscar complacer a la crítica, a sus fans, a sus incondicionales y haters, donde se permite sólo ser de nuevo él y crear una historia tan basada en sus recuerdos que hasta la ficción parece real. Una película auténtica que conmueve con su apertura, con su fuerza, con su drama, con su dolor y su gloria.

Los invitamos a ver el tráiler y leer otra reseña de la cinta.

Dolor y Gloria

Director: Pedro Almodóvar

Guión: Pedro Almodóvar

Con: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Raúl Arévalo, Leonardo Sbaraglia, Asier Etxeandia, Cecilia Roth, Julieta Serrano

Distribuidor: Universal Pictures

Fecha de estreno: 22 marzo 20191 (España) 05 julio 2019 (México)

País: España 2019

Duración: 113 minutos