¿Hasta dónde puede llegar una franquicia de terror en su premisa? No existe una respuesta exacta para ello, pero pareciera que estas sagas son el gran ejemplo para reciclar ideas, reinventarlas, convertirse en precuelas o spin offs, incluso rebootearlas o hacerles un remake después del tiempo pasado. Ni siquiera los grandes clásicos ni los más temidos villanos del terror se han salvado de ello. En medio de todo esto, ahora toca el turno a la vengativa muerte y su desquiciado plan en “Destino Final: Lazos de Sangre” (Final Destination Bloodlines), que, catorce años después de la última entrega, vuelve para darle otro giro a su sangriento linaje.
A pesar de que todo parecía haber concluído después de la olvidable cuarta entrega y de cerrar de forma sorpresiva el ciclo con la quinta, que resulta ser una precuela de aquella que comenzó todo en pleno año 2000, los directores Zach Lipovsky y Adam Stein (Freaks, 2018) encontraron la forma de revivir ingeniosamente las trampas mortales a través de algo que ninguna entrega previa tenía: la familia. El relato, ambiciosamente, decide comenzar mucho tiempo atrás, en la década de los sesenta, donde el ambicioso estreno de una gran torre se convierte en el punto de origen de todo.














Para mi abuela, que me regaló un viaje de 40 años a su lado. Gracias por todo.