A estas alturas, nadie duda de la importancia de Disney Pixar en el mundo de la animación. El verdadero tema de discusión es el hecho de que, en un afán de constante permanencia en las pantallas y para cumplir agendas (de producción y de otros tipos), la calidad de sus títulos ha mermado. No en su aspecto técnico, pero sí en sus contenidos. Además de haber sucumbido también a uno de los males del Hollywood actual: la sequelitis. Y para probarlo están los estrenos recientes de continuaciones y derivados de algunos de sus grandes éxitos como “Toy Story” o “Intensamente”. Y los que están por venir.
Bajo ese panorama, “Elio” (Estados Unidos, 2025) de Adrián Molina viene a ser una bocanada de aire fresco, al presentar un filme sencillo, disfrutable, de pretensiones modestas pero, en contraste, tiene grandes alcances. Y la clave de ello son dos valores los cuales no sólo son los ejes centrales del largometraje, sino también los principios esenciales que fueron la clave del éxito inicial de esos afamados estudios: sencillez y honestidad.