Hay películas que te destrozan, que te aniquilan por la contundencia de su mensaje, que no necesitan ser explicitas para que el estómago se te revuelva, para que tu cerebro se derrita, para que tu corazón duela a cada movimiento, “Dalva” es una de esas cintas. Cómo espectadores somos testigos de la manera la protagonista va descubriendo la verdad de su entorno, de sus acciones, de quien es ella, con una naturalidad aplastante, con la toma de conciencia que desnuda todo sin dejar nada de pie.
Dalva tiene doce años, la policía ha entrado en su casa y la ha separado de su padre, quien ha sido arrestado acusado de ejercer violencia sexual contra ella, situación que ella niega. Arrojada a un instituto donde deberá permanecer en lo que dura el juicio, Dalva irá descubriendo una realidad, una que transformará su vida para siempre.